jueves, 31 de mayo de 2018

Lección 151 | Todas las cosas son ecos de la Voz que habla por Dios.

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LECCIÓN 151

Todas las cosas son ecos de la Voz que habla por Dios.

Nadie puede juzgar basándose en pruebas parciales. Eso no es juzgar. Es simplemente una opinión basada en la ignorancia y en la duda. Su aparente certeza no es sino una capa con la que pretende ocultar la incertidumbre. Necesita una defensa irracional porque es irracional. Y la defensa que presenta parece ser muy sólida y convincente, y estar libre de toda duda debido a todas las dudas subyacentes.
No pareces poner en tela de juicio el mundo que ves. No cuestionas realmente lo que te muestran los ojos del cuerpo. Tampoco te preguntas por qué crees en ello, a pesar de que hace mucho tiempo que te diste cuenta de que los sentidos engañan. El que creas lo que te muestran hasta el último detalle es todavía más extraño si te detienes a pensar con cuánta frecuencia su testimonio ha sido erróneo. ¿Por qué confías en ellos tan ciegamente? ¿No será por la duda subyacente que deseas ocultar tras un alarde de certeza?
¿Cómo ibas a poder juzgar? Tus juicios se basan en el testimonio que te ofrecen los sentidos. No obstante, jamás hubo testimonio más falso que ése. Mas ¿de qué otra manera excepto ésa, juzgas al mundo que ves? Tienes una fe ciega en lo que tus ojos y tus oídos te informan. Crees que lo que tus dedos tocan es real y que lo que encierran en su puño es la verdad. Esto es lo que entiendes, y lo que consideras más real que aquello de lo que da testimonio la eterna Voz que habla por Dios Mismo.
¿A eso es a lo que llamas juzgar? Se te ha exhortado en muchas ocasiones a que te abstengas de juzgar, mas no porque sea un derecho que se te quiera negar. No puedes juzgar. Lo único que puedes hacer es creer en los juicios del ego, los cuales son todos falsos. El ego dirige tus sentidos celosamente, para probarte cuán débil eres, cuán indefenso y temeroso, cuán aprehensivo del justo castigo, cuán ennegrecido por el pecado y cuán miserable por razón de tu culpabilidad.
El ego te dice que esa cosa de la que él te habla, y que defendería a toda costa, es lo que tú eres. Y tú te lo crees sin ninguna sombra de duda. Mas debajo de todo ello yace oculta la duda de que él mismo no cree en lo que con tanta convicción te presenta como la realidad. Es únicamente a sí mismo a quien condena. Es en sí mismo donde ve culpabilidad. Es su propia desesperación lo que ve en ti.
No prestes oídos a Su Voz. Los testigos que te envía para probarte que su propia maldad es la tuya, y que hablan con certeza de lo que no saben, son falsos. Confías en ellos ciegamente porque no quieres compartir las dudas que su amo y señor no puede eliminar por completo. Crees que dudar de sus vasallos es dudar de ti mismo.
Sin embargo, tienes que aprender a dudar de que las pruebas que ellos te presentan puedan despejar el camino que te lleva a reconocerte a ti mismo, y dejar que la Voz que habla por Dios sea el único Juez de lo que es digno que tú creas. Él no te dirá que debes juzgar a tu hermano basándote en lo que tus ojos ven en él, ni en lo que la boca de su cuerpo le dice a tus oídos o en lo que el tacto de tus dedos te informa acerca de él. Él ignora todos esos testigos, los cuales no hacen sino dar falso testimonio del Hijo de Dios. Él reconoce sólo lo que Dios ama, y en la santa luz de lo que Él ve todos los sueños del ego con respecto a lo que tú eres se desvanecen ante el esplendor que Él contempla.
Deja que Él sea el juez de lo que eres, pues en Su certeza la duda no tiene cabida, ya que descansa en una Certeza tan grande que ante Su faz dudar no tiene sentido. Cristo no puede dudar de sí mismo. La Voz que habla por Dios puede tan sólo honrarle y deleitarse en Su perfecta y eterna impecabilidad. Aquel a quien Él ha juzgado no puede sino reírse de la culpabilidad, al no estar dispuesto ya a seguir jugando con los juguetes del pecado, ni a hacerle caso a los testigos del cuerpo al encontrarse extático ante la santa faz de Cristo.
Así es como Él te juzga. Acepta Su Palabra con respecto a lo que eres, pues Él da testimonio de la belleza de tu creación y de la Mente Cuyo Pensamiento creó tu realidad. ¿Qué importancia puede tener el cuerpo para Aquel que conoce la gloria del Padre y la del Hijo? ¿Podrían acaso los murmullos del ego llegar hasta Él? ¿Qué podría convencerle de que tus pecados son reales? Deja asimismo que Él sea el juez de todo lo que parece acontecerle en este mundo. Sus lecciones te permitirán cerrar la brecha entre las ilusiones y la verdad.
Él eliminará todo vestigio de fe que hayas depositado en el dolor, los desastres, el sufrimiento y la pérdida. Él te concede una visión que puede ver más allá de estas sombrías apariencias y contemplar la dulce faz de Cristo en todas ellas. Ya no volverás a dudar de que lo único que te puede acontecer a ti a quien Dios ama, son cosas buenas, pues Él juzgará todos los acontecimientos y te enseñará la única lección que todos ellos encierran.
El seleccionará los elementos en ellos que representan la verdad, e ignorará aquellos aspectos que sólo reflejan sueños fútiles Y re-interpretará desde el único marco de referencia que tiene, el cual es absolutamente íntegro y seguro, todo lo que veas, todos los acontecimientos, circunstancias y sucesos que de una manera u otra parezcan afectarte. Y verás el amor que se encuentra más allá del odio, la inmutabilidad en medio del cambio, lo puro en el pecado y, sobre el mundo, únicamente la bendición del Cielo.
Tal es tu resurrección, pues tu vida no forma parte de nada de lo que ves. Tu vida tiene lugar más allá del cuerpo y del mundo, más allá de todos los testigos de lo profano, dentro de lo Santo, y es tan santa como Ello Mismo. En todo el mundo y en todas las cosas Su Voz no te hablará más que de tu Creador y de tu Ser, el Cual es uno con Él. Así es como verás la santa faz de Cristo en todo, y como oirás en ello el eco de la Voz de Dios.
Hoy practicaremos sin palabras, excepto al principio del período que pasamos con Dios. Introduciremos estos momentos con una repetición lenta del pensamiento con el que comienza el día. Después observaremos nuestros pensamientos, apelando silenciosamente a Aquel que ve los elementos que son verdad en ellos. Deja que Él evalúe todos los pensamientos que te vengan a la mente, que elimine de ellos los elementos de sueño y que te los devuelva en forma de ideas puras que no contradicen la Voluntad de Dios.
Ofrécele tus pensamientos, y Él te los devolverá en forma de milagros que proclaman jubilosamente la plenitud y la felicidad que como prueba de Su Amor eterno Dios dispone para Su Hijo. Y a medida que cada pensamiento sea así transformado, asumirá el poder curativo de la Mente que vio la verdad en él y no se dejó engañar por lo que había sido añadido falsamente. Todo vestigio de fantasía ha desaparecido. Y lo que queda se unifica en un Pensamiento perfecto que ofrece su perfección por doquier.
Pasa así quince minutos al despertar, y dedica gustosamente quince más antes de irte a dormir. Tu ministerio dará comienzo cuando todos tus pensamientos hayan sido purificados. Así es como se te enseña a enseñarle al Hijo de Dios la santa lección de su santidad. Nadie puede dejar de escuchar cuando tú oyes la Voz que habla por Dios rendirle honor al Hijo de Dios. Y todos compartirán contigo los pensamientos que Él ha re-interpretado en tu mente.
Tal es tu Pascua. Y de esa manera depositas sobre el mundo la ofrenda de azucenas blancas como la nieve que reemplaza a los testigos del pecado y de la muerte. Mediante tu transfiguración el mundo se redime y se le libera jubilosamente de la culpabilidad. Ahora elevamos nuestras mentes resurrectas llenos de gozo y agradecimiento hacia Aquel que nos restituyó la cordura.
Y recordaremos cada hora a Aquel que es la salvación y la liberación. Y según damos las gracias, el mundo se une a nosotros y acepta felizmente nuestros santos pensamientos, que el Cielo ha corregido y purificado. Ahora por fin ha comenzado nuestro ministerio, para llevar alrededor del mundo las buenas nuevas de que en la verdad no hay ilusiones, y de que, por mediación nuestra, la paz de Dios les pertenece a todos.



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miércoles, 30 de mayo de 2018

Lección 150 - Repaso de las lecciones 139 - 140.

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LECCIÓN 150

Repaso de las lecciones 139 - 140

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.
(139) Aceptaré la Expiación para mí mismo.

(140) La salvación es lo único que cura.


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martes, 29 de mayo de 2018

Lección 149 - Repaso de las lecciones 137 - 138

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LECCIÓN 149

Repaso de las lecciones 137 - 138

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.
(137) Cuando me curo no soy el único que se cura.

(138) El Cielo es la alternativa por la que me tengo que decidir.


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lunes, 28 de mayo de 2018

Lección 148 - Repaso de las lecciones 135 - 136.

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LECCIÓN 148

Repaso de las lecciones 135 - 136

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.
(135) Si me defiendo he sido atacado.

(136) La enfermedad es una defensa contra la verdad.

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domingo, 27 de mayo de 2018

Lección 147 - Repaso de las lecciones 133 - 134

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LECCIÓN 147

Repaso de las lecciones 133 - 134

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.
(133) No le daré ningún valor a lo que no lo tiene.

(134) Permítaseme poder percibir el perdón tal como es.


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sábado, 26 de mayo de 2018

Lección 146 - Repaso de las lecciones 131 - 132

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LECCIÓN 146

Repaso de las lecciones 131 - 132

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.
(131) Nadie que realmente se proponga alcanzar la verdad puede fracasar.

(132) Libero al mundo de todo lo que jamás pensé que era.


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viernes, 25 de mayo de 2018

Lección 145 - Repaso de las lecciones 129 - 130

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LECCIÓN 145

Repaso de las lecciones 129 - 130

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.
(129) Más allá de este mundo hay un mundo que deseo.

(130) Es imposible ver dos mundos.

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jueves, 24 de mayo de 2018

Lección 144 - Repaso de las lecciones 127 - 128

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LECCIÓN 144

Repaso de las lecciones 127 - 128

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.
(127) No hay otro amor que el de Dios.

(128) En el mundo que veo no hay nada que yo desee.


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miércoles, 23 de mayo de 2018

Lección 143 - Repaso de las lecciones 125 - 126

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LECCIÓN 143

Repaso de las lecciones 125 - 126

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.
(125) En la quietud recibo hoy la Palabra de Dios.

(126) Todo lo que doy es a mi mismo a quien se lo doy.


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martes, 22 de mayo de 2018

Lección 142 | Cuarto repaso lecciones 123 -124

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LECCIÓN 142

Repaso de las lecciones 123 - 124

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.
(123) Gracias Padre por los regalos que me has concedido.

(124) Que no me olvide de que soy uno con Dios.


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lunes, 21 de mayo de 2018

Lección 141 | Cuarto repaso lecciones 121 -122.

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LECCIÓN 141

Repaso de las lecciones 121 - 122

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.
(121) El perdón es la llave de la felicidad. 

(122) El perdón me ofrece todo lo que deseo.


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Cuarto Repaso - Introducción

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Cuarto Repaso - Introducción

Damos comienzo ahora a un nuevo repaso, conscientes esta vez de que nos estamos preparando para la segunda parte del aprendizaje en la que se nos enseña cómo aplicar la verdad. Hoy empezaremos a prepararnos para lo que sigue más adelante. Tal es nuestro propósito para este repaso y para las lecciones que siguen. Así pues, repasaremos las lecciones más recientes y sus pensamientos centrales de forma que faciliten el estado de preparación que ahora queremos alcanzar.
Hay un tema central que unifica cada paso del repaso que ahora emprendemos, el cual puede anunciarse de manera muy simple con estas palabras:
Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.
Esto es un hecho, y representa la verdad de lo que eres y de lo que tu Padre es. Éste fue el pensamiento mediante el cual el Padre creó a Su Hijo, estableciéndolo así como co-creador con Él. Éste es el pensamiento que garantiza plenamente la salvación del Hijo. Pues en su mente no puede haber otros pensamientos, salvo los que su Padre comparte con él. La falta de perdón es lo que impide que este pensamiento llegue a su conciencia. No obstante, es verdad eternamente.
Comencemos nuestra preparación tratando de entender las múltiples formas tras las que se puede ocultar muy cuidadosamente la falta de verdadero perdón. Puesto que son ilusiones, no se perciben simplemente como lo que son: defensas que te impiden ver y reconocer tus pensamientos rencorosos. Su propósito es mostrarte otra cosa y demorar la corrección mediante autoengaños diseñados para que ocupen su lugar.
Tu mente, sin embargo, alberga sólo lo que piensas con Dios. Tus auto engaños no pueden ocupar el lugar de la verdad de la misma manera en que un niño que arroja un palo al mar no puede cambiar el ir y venir de las olas, evitar que el sol caliente las aguas o impedir que el plateado reflejo de luna se vea por la noche en ellas. Así es como daremos comienzo a cada periodo de práctica de este repaso, preparando nuestras mentes para que comprendan las lecciones que nos corresponde leer y comprendan el significado que tienen para nosotros.
Comienza cada día dedicando cierto tiempo a preparar tu mente para que aprenda la libertad y la paz que cada idea que repases ese día puede ofrecerte. Haz que tu mente tenga una actitud receptiva, despéjala de todo pensamiento engañoso y deja que sólo éste la ocupe completamente y elimine los demás:
Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios,
Cinco minutos que le dediques a este pensamiento serán suficiente para encauzar el día según las pautas que Dios ha fijado y para poner Su Mente a cargo de todos los pensamientos que has de recibir ese día.
Éstos no procederán únicamente de ti, pues los compartirás Con Él. Y así, cada uno de ellos te traerá mensajes de Su Amor, devolviéndole a Él mensajes del tuyo. De esta forma es como estarás en comunión con el Señor de las Multitudes, tal como Él Mismo lo ha dispuesto. Y así como Su compleción se une a Él, del mismo modo Él se unirá a ti que te completas al unirte a Él y al Él unirse a ti.
Después de haberte preparado, lee simplemente cada una las dos ideas que se han asignado para el repaso de ese día. Luego cierra los ojos y repítelas lentamente para tus adentros. No hay prisa ahora, pues estás utilizando el tiempo para el propósito que se le dio. Deja que cada palabra refulja con el significado que Dios le ha dado, tal como se te ha dado a ti a través de Su Voz. Deja que cada idea que repases ese día te conceda el regalo que Él ha depositado en ella para que tú lo recibas de parte de Él. Y no utilizaremos en nuestra práctica otro formato que éste.
Cada vez que el reloj marque la hora, trae a la mente el pensamiento con el que comenzó el día y pasa un momento de recogimiento con él. Luego repite las dos ideas correspondientes a ese día sin ninguna sensación de premura, con tiempo suficiente para que puedas ver los regalos que encierran para ti, y deja que se reciban allí donde se dispuso que fuesen recibidos.
No vamos a añadir otros pensamientos, sino que dejamos que estos mensajes sean lo que realmente son. No necesitamos otra cosa que esto para que se nos dé felicidad y descanso, eterna quietud, perfecta certeza y todo lo que nuestro Padre dispone que recibamos como nuestra herencia de parte de Él. Y concluiremos cada día de práctica a lo largo de este repaso tal como lo comenzamos, repitiendo en primer lugar el pensamiento que hizo de ese día una ocasión especial de bendición y felicidad para nosotros, y que, mediante nuestra fe, substituyó en el mundo la luz por la obscuridad, el gozo por los pesares, la paz por el sufrimiento y la santidad por el pecado.
Dios te da las gracias a ti que practicas de esta manera el cumplimiento de Su Palabra. Y cuando expongas tu mente de nuevo a las ideas del día antes de irte a dormir, Su gratitud te envolverá en la paz en la que Su Voluntad dispone que estés para siempre, y que ahora estás aprendiendo a reivindicar como tu herencia.

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domingo, 20 de mayo de 2018

Lección 140 | La salvación es lo único que cura.

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LECCIÓN 140

La salvación es lo único que cura.

La palabra "cura" no puede aplicársele a ningún remedio que el mundo considere beneficioso. Lo que el mundo percibe como un remedio terapéutico es sólo aquello que hace que el cuerpo se sienta "mejor". Mas cuando trata de curar a la mente, no la considera como algo separado del cuerpo, en el que cree que ella existe. Sus medios de curación, por lo tanto, no pueden sino substituir una ilusión por otra. Una creencia en la enfermedad adopta otra forma, y de esta manera el paciente se percibe ahora sano.
Mas no se ha curado. Simplemente soñó que estaba enfermo y en el sueño encontró una fórmula mágica para restablecerse. Sin embargo, no ha despertado del sueño, de modo que su mente continúa en el mismo estado que antes. No ha visto la luz que lo podría despertar y poner fin a su sueño. ¿Qué importancia tiene en realidad el contenido de un sueño? Pues o bien uno está dormido o bien despierto. En esto no hay términos medios.
Los dulces sueños que el Espíritu Santo ofrece son diferentes de los del mundo, donde lo único que uno puede hacer es soñar que está despierto. Los sueños que el perdón le permite percibir a la mente no inducen a otra forma de sueño, a fin de que el soñador pueda soñar otro sueño. Sus sueños felices son los heraldos de que la verdad ha alboreado en su mente. Te conducen del sueño a un dulce despertar, de modo que todos los sueños desaparecen. Y así, sanan para toda la eternidad.
La Expiación cura absolutamente, y cura toda clase de enfermedad. Pues la mente que entiende que la enfermedad no es más que un sueño no se deja engañar por ninguna de las formas que el sueño pueda adoptar. Donde no hay culpabilidad no puede haber enfermedad, pues ésta no es sino otra forma de culpabilidad. La Expiación no cura al enfermo, pues eso no es curación. Pero sí elimina la culpabilidad que hacía posible la enfermedad. Y eso es ciertamente curación. Pues ahora la enfermedad ha desaparecido y no queda nada a lo que pueda regresar.
¡Que la paz sea contigo que has sido curado en Dios y no en sueños vanos! Pues la curación tiene que proceder de la santidad, y la santidad no puede encontrarse allí donde se concede valor al pecado. Dios mora en templos santos. Allí donde ha entrado el pecado se le obstruye el paso. No obstante, no hay ningún lugar en el que Él no esté. Por lo tanto, el pecado no tiene un hogar donde poder ocultarse de Su beneficencia. No hay lugar del que la santidad esté ausente, ni ninguno donde el pecado y la enfermedad puedan morar.
Este es el pensamiento que cura. No hace distinciones entre una irrealidad y otra. Tampoco trata de curar lo que no está enfermo, al ser consciente únicamente de dónde hay necesidad de curación. Esto no es magia. Es simplemente un llamamiento a la verdad, la cual no puede dejar de curar, y curar para siempre. No es un pensamiento que juzgue una ilusión por su tamaño, su aparente seriedad o por nada que esté relacionado con la forma en que se manifiesta. Sencillamente se concentra en lo que es, y sabe que ninguna ilusión puede ser real.
No tratemos hoy de curar lo que no puede enfermar. La curación se tiene que buscar allí donde se encuentra, y entonces aplicarse a lo que está enfermo para que se pueda curar. Ninguno de los remedios que el mundo suministra puede producir cambio alguno en nada. La mente que lleva sus ilusiones ante la verdad cambia realmente. No hay otro cambio que éste. Pues, ¿cómo puede una ilusión diferir de otra sino en atributos que no tienen substancia, realidad, núcleo, ni nada que sea verdaderamente diferente?
Lo que hoy nos proponemos es tratar de cambiar de mentalidad con respecto a lo que constituye la fuente de la enfermedad, pues lo que buscamos es una cura para todas las ilusiones, y no meramente alternar entre una y otra. Hoy vamos a tratar de encontrar la fuente de la curación, la cual se encuentra en nuestras mentes porque nuestro Padre la ubicó ahí para nosotros. Está tan cerca de nosotros como nosotros mismos. Está tan cerca de nosotros como nuestros propios pensamientos, tan próxima que es imposible que se pueda extraviar. Sólo necesitamos buscarla y la hallaremos.
Hoy no nos dejaremos engañar por lo que a nosotros nos parece que está enfermo. Hoy iremos más allá de las apariencias hasta llegar a la fuente de la curación, de la que nada está exento. Tendremos éxito en la medida en que nos demos cuenta de que jamás se puede hacer una distinción válida entre lo que es falso y lo que es igualmente falso. En esto no hay grados ni ninguna creencia de que lo que no existe puede ser más cierto en algunas de sus formas que en otras. Todas las ilusiones son falsas, y se pueden sanar precisamente porque no son verdad.
Así pues, dejamos a un lado nuestros amuletos, nuestros talismanes y medicamentos, así como nuestras encantaciones y trucos mágicos de la clase que sean. Sencillamente permaneceremos en perfecta quietud a la escucha de la Voz de la curación, la cual curará todos los males como si de uno solo se tratase y restaurará la cordura del Hijo de Dios. Ésta es la única Voz que puede curar. Hoy escucharemos una sola Voz, la cual nos habla de la verdad en la que toda ilusión acaba, y la paz retorna a la eterna y serena morada de Dios.
Nos despertamos oyéndolo a Él, y le permitimos que nos hable durante cinco minutos al comenzar el día, el cual concluiremos escuchando de nuevo durante cinco minutos antes de irnos a dormir. Nuestra única preparación consistirá en dejar a un lado los pensamientos que constituyen una interferencia, no por separado, sino todos de una vez. Pues todos son lo mismo. No hace falta hacer distinciones entre ellos y demorar así el momento en que podamos oír a nuestro Padre hablarnos. Lo oímos ahora. Hoy venimos a Él.
Sin nada en nuestras manos a lo que aferrarnos, y con el corazón exaltado y la mente atenta, oremos:
La salvación es lo único que cura.
Háblanos, Padre, para que nos podamos curar.
Y sentiremos la salvación cubrirnos con amorosa protección y con paz tan profunda que ninguna ilusión podría perturbar nuestras mentes, ni ofrecernos pruebas de que es real. Esto es lo que aprenderemos hoy. Repetiremos cada hora nuestra plegaria de curación, y cuando el reloj marque la hora, dedicaremos un minuto a oír la respuesta a nuestra plegaria, que se nos da según aguardamos felizmente en silencio. Hoy es el día en que nos llega la curación. Hoy es el día en que a la separación le llega su fin y en el que recordamos Quién somos en verdad.

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sábado, 19 de mayo de 2018

Lección 139 | Aceptaré la Expiación para mí mismo.

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LECCIÓN 139

Aceptaré la Expiación para mí mismo.

Con esto se acaban todas las decisiones. Pues con esta lección llegamos a la decisión de aceptarnos a nosotros mismos tal como Dios nos creó. ¿Y qué es elegir sino tener incertidumbre con respecto a lo que somos? No hay duda que no esté arraigada en esto. No hay pregunta que no sea un reflejo de ello. No hay conflicto que no entrañe la simple pregunta: "¿Qué soy?"
Mas ¿quién podría hacer esta pregunta sino alguien que se ha negado a reconocerse a sí mismo? Sólo esta negativa a aceptarte a ti mismo es lo que hace que la pregunta parezca sincera. Lo único que cualquier cosa viviente puede saber con certeza es lo que ella es. Desde esta perspectiva de certeza, contempla otras cosas que tienen tanta certeza como ella misma.
Tener incertidumbre con respecto a lo que indudablemente eres es una forma de auto-engaño tan monumental, que es difícil concebir su magnitud. Estar vivo y no conocerte a ti mismo es creer que en realidad estás muerto. Pues, ¿qué es la vida sino ser lo que eres? Y ¿qué otra cosa sino tú podría estar viva en tu lugar? ¿Quién es el que duda? ¿De qué es de lo que duda? ¿A quién le pregunta? ¿Quién le puede responder?
Está simplemente declarando que él no es quien realmente es, y, por lo tanto, al creer ser otra cosa, se convierte en inquisidor de lo que esa otra cosa es. Sin embargo, no podría estar vivo si no supiese la respuesta. Si pregunta como si no supiese, ello es señal de que no quiere ser lo que es. Mas él ha aceptado lo que es puesto que vive; también ha juzgado contra ello y negado su valor; y ha decidido que desconoce la única certeza mediante la cual vive.
De esta manera, se vuelve inseguro con respecto a su vida, pues lo que ésta es, él mismo lo ha negado. Esta negación es lo que hace que tengas necesidad de la Expiación. Tu negación no cambió en nada lo que eres. Pero tú has dividido tu mente en dos partes: una que conoce la verdad y otra que no. Tú eres tú mismo. De esto no hay duda. Sin embargo, lo dudas. Mas no te preguntas qué parte de ti es la que puede realmente poner en duda lo que eres. Aquello que hace esa pregunta no puede realmente ser parte de ti. Pues le hace la pregunta a alguien que sabe la respuesta. Mas si fuese parte de ti, entonces la certeza sería imposible.
La Expiación pone fin a la extraña idea de que es posible dudar de ti mismo y no estar seguro de lo que realmente eres. Esto es el colmo de la locura. Sin embargo, es la pregunta universal del mundo. ¿Qué puede eso significar sino que el mundo está loco? ¿Por qué compartir su locura aceptando la desafortunada creencia de que lo que aquí es universal es verdad?
Nada de lo que el mundo cree es verdad. Pues el mundo es un lugar cuyo propósito es servir de hogar para que aquellos que dicen no conocerse a sí mismos puedan venir a cuestionar lo que son. Y seguirán viniendo hasta que se acepte la Expiación y aprendan que es imposible dudar de uno mismo, así como no ser consciente de lo que se es.
Lo único que se te puede pedir es tu aceptación, pues lo que eres es algo incuestionable. Lo que eres fue establecido para siempre en la santa Mente de Dios y en la tuya propia. Está tan lejos de cualquier duda o de que se cuestione que inquirir lo que debe ser es prueba suficiente de que crees en la contradicción de que no sabes aquello que es imposible que no sepas. ¿Es esto una pregunta, o bien una afirmación que se niega a sí misma? No sigamos tolerando que nuestras santas mentes se entretengan en semejantes insensateces.
Tenemos una misión aquí. No vinimos a reforzar la locura en la que una vez creímos. No nos olvidemos del objetivo que aceptamos. Vinimos a alcanzar mucho más que nuestra propia felicidad. Lo que aceptamos ser, proclama lo que todo el mundo no puede sino ser junto con nosotros. No les falles a tus hermanos, pues, de lo contrario, te estarás fallando a ti mismo, Contémplalos con amor, para que puedan saber que forman parte de ti y que tú formas parte de ellos.
Esto es lo que la Expiación enseña, y lo que demuestra que la unicidad del Hijo de Dios no se ve afectada por su creencia de que no sabe lo que es. Acepta hoy la Expiación, no para cambiar la realidad, sino simplemente para aceptar la verdad de lo que eres, y luego sigue tu camino regocijándote en el infinito Amor de Dios. Esto es lo único que haremos hoy.
Dedicaremos cinco minutos por la mañana y cinco por la noche a tener presente nuestro cometido de hoy. Comenzaremos con este repaso acerca de nuestra misión:
Aceptaré la Expiación para mí mismo, pues aún soy tal como Dios me creó.
No hemos perdido el conocimiento que Dios nos dio cuando nos creó semejantes a Él. Podemos recordarlo por todos, pues en la creación todas las mentes son una. Y en nuestra memoria yace el recuerdo de lo mucho que en verdad amamos a nuestros hermanos, de lo mucho que cada mente es parte de nosotros, de cuán fieles nos han sido realmente y de cómo el Amor de nuestro Padre los incluye a todos.
Como muestra de gratitud por toda la creación, y en el Nombre de su Creador y de Su Unidad con todos los aspectos de la creación, reiteramos hoy nuestra dedicación a nuestra causa cada hora, dejando a un lado todos los pensamientos que nos pudiesen desviar de nuestro santo propósito. Durante varios minutos deja que tu mente quede libre de todas las disparatadas telarañas que el mundo quiere tejer en torno al santo Hijo de Dios. Y date cuenta de lo frágiles que son las cadenas que parecen mantener fuera de tu conciencia el conocimiento de ti mismo, según repites:
Aceptaré la Expiación para mí mismo, pues aún soy tal como Dios me creó.

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viernes, 18 de mayo de 2018

Lección 138 | El Cielo es la alternativa por la que tengo que decidir.

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LECCIÓN 138

El Cielo es la alternativa por la que me tengo que decidir.

En este mundo el Cielo es algo que se elige porque en este mundo se cree que hay alternativas entre las que se puede elegir. Pensamos que todas las cosas tienen un opuesto y que elegimos lo que queremos. Si el Cielo existe tiene que haber también un infierno, pues es mediante contradicciones como construimos lo que percibimos y lo que pensamos que es real.
La creación no conoce opuestos. Pero aquí, la oposición es parte de lo que es "real". Esta extraña percepción de la verdad es lo que hace que elegir el Cielo parezca ser lo mismo que renunciar al infierno. En realidad no es así. Mas lo que es verdad en la creación de Dios no podrá ponerse de manifiesto aquí hasta que no se refleje en alguna forma que el mundo pueda entender. La verdad no puede arribar allí donde sólo podría ser percibido con miedo. Pues esto constituiría el error de que la verdad puede ser llevada ante las ilusiones. La oposición le niega la bienvenida a la verdad y ésta no puede hacer acto de presencia.
Elegir es obviamente la manera de poder escapar de lo que aparentemente son opuestos. Tomar una decisión permite que uno de los objetivos en conflicto se convierta en la mira de tus esfuerzos y en lo que empleas el tiempo. Si no tomas una decisión, desperdicias el tiempo y tus esfuerzos se disipan. Éstos son en vano y el tiempo pasa de largo sin que te resulte provechoso. No tienes la sensación de haber logrado algo, pues no has conseguido nada ni aprendido nada.
Es necesario que se te recuerde que aunque crees enfrentarte a miles de alternativas, en realidad sólo hay una. E incluso ésta tan sólo aparenta ser una alternativa. No te dejes confundir por todas las dudas que una miríada de decisiones produciría. Tomas solamente una. Y una vez que la has tomado, percibes que no fue una decisión en absoluto, pues sólo la verdad es verdad y nada más lo es. No hay opuesto que se pueda elegir en su lugar. No hay nada que pueda contradecir la verdad.
Toda decisión está basada en lo que se ha aprendido. Y la verdad no es algo que se pueda aprender sino tan sólo reconocer. En este reconocimiento reside su aceptación, y al aceptarse, se conoce. Mas el conocimiento se encuentra más allá de los objetivos que nos proponemos enseñar dentro del marco de este curso. Nuestros objetivos son objetivos de enseñanza que se logran al aprender cómo alcanzarlos, qué son y qué te ofrecen. Tus decisiones son el resultado de lo que has aprendido, pues se basan en lo que has aceptado como la verdad con respecto a lo que eres y a lo que son tus necesidades.
En este mundo de enajenante complejidad el Cielo parece ser una alternativa en lugar de lo que meramente es. De todas las decisiones que has tratado de tomar, ésta es la más sencilla, la definitiva, el prototipo del resto y la que hace que sea innecesario tomar todas las demás. Incluso si éstas ya se hubiesen resuelto, aquella seguiría sin resolver. Mas cuando la resuelves, las demás se resuelven con ella, pues todas las decisiones parecen ser diferentes precisamente para ocultar la verdadera decisión que tienes que tomar. He aquí la última y única alternativa mediante la cual se acepta o se niega la verdad,
Así pues, hoy comenzamos a examinar la decisión que el tiempo tiene como fin ayudarnos a tomar. Tal es su santo propósito, diferente ahora del que tú le habías conferido: ser un medio para demostrar que el infierno era real, que toda esperanza acaba en desesperación y que la vida misma finalmente sucumbirá ante la muerte. Pues sólo con la muerte se reconcilian los opuestos, ya que poner fin a la contradicción es morir. Y así, se considera que la salvación es la muerte, pues la vida se ve corno un conflicto. Resolver el conflicto es, por lo tanto, poner fin a tu vida.
Estas creencias descabelladas pueden llegar a arraigarse profundamente y de manera inconsciente, y atenazar a la mente con un terror y una ansiedad tan intensos que le resulta imposible abandonar las ideas que tiene acerca de su propia seguridad. Tiene que ser salvada de la salvación, sentirse amenazada para estar a salvo y armarse de una coraza mágica que la proteja de la verdad. Y estas decisiones se toman de manera inconsciente para mantenerlas convenientemente protegidas y para que no se puedan cuestionar, someter al escrutinio de la razón o dudar de ellas.
El Cielo es algo que se elige conscientemente. La elección no puede llevarse a cabo hasta que no se hayan visto y entendido claramente las alternativas. Todo lo que se encuentra velado en la penumbra tiene que someterse al entendimiento para ser juzgado nuevamente, mas esta vez con la ayuda del Cielo. Y todos los errores de juicio que la mente cometió previamente pueden ser ahora corregidos, a medida que la verdad los descarta por carecer de causa. Ahora no tienen efectos. No se pueden ocultar, pues se ha reconocido su insubstancialidad.
Que el Cielo se elegirá conscientemente es tan seguro como que se dejará de tenerle miedo al infierno una vez que se le saque de su escudo protector de inconsciencia y se le lleve ante la luz. ¿Quién podría decidir entre lo que ve claramente y lo que no reconoce? por otra parte, ¿quién podría dejar de elegir entre dos alternativas si ve que sólo una de ellas es valiosa y que la otra carece de valor al no ser más que una fuente imaginaria de culpabilidad y de dolor? ¿Quién podría titubear al llevar a cabo una elección como ésa? ¿Y vamos nosotros acaso a titubear hoy al llevarla a cabo?
Al despertar nos decidimos por el Cielo, y dedicamos cinco minutos a asegurarnos de que hemos tomado la única decisión que es cuerda. Reconocemos que estamos haciendo una elección consciente entre lo que existe y lo que tan sólo aparenta ser verdad. Mas cuando se lleva ante la luz de lo que es real, se ve cuán frágil y transparente es su pseudo-existencia. Ahora no inspira terror, pues lo que se hizo enorme, vengativo y despiadado de tanto odio, necesita de la obscuridad para dar cobijo al miedo. Ahora se reconoce que no fue más que un error trivial y sin importancia.
Antes de irnos a dormir esta noche, reafirmaremos la elección que habremos estado llevando a cabo cada hora. Y ahora dedicaremos los últimos cinco minutos de nuestro día a la decisión que tomamos al despertar. Con el pasar de cada hora hemos reafirmado nuestra elección con un breve momento de quietud dedicado a mantener la cordura. Y finalmente, concluiremos el día con lo que sigue a continuación, reconociendo que sólo elegimos lo que realmente queremos:
El Cielo es la alternativa por la que me tengo que decidir.
Me decido por él ahora y no cambiaré de parecer, pues es lo único que quiero.

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jueves, 17 de mayo de 2018

Lección 137 | Cuando me curo no soy el único que se cura.

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LECCIÓN 137

Cuando me curo no soy el único que se cura.

La idea de hoy sigue siendo el pensamiento central sobre el que descansa la salvación. Pues la curación es lo opuesto a todas las ideas del mundo que tienen que ver con la enfermedad y con los estados de separación. Aislarse uno de los demás y rehusar la unión es lo que da lugar a la enfermedad. Ésta se convierte en una puerta tras la cual se encierra a un ser separado, y donde se le mantiene aislado y solo.
La enfermedad es aislamiento. Pues parece mantener a un ser separado del resto, para que sufra lo que los otros no sienten. Le otorga al cuerpo poder absoluto para hacer que la separación sea real y mantener a la mente en solitario confinamiento, dividida en pedazos y sujeta por una sólida muralla de carne enfermiza que no puede transcender.
El mundo acata las leyes que la enfermedad apoya, pero la curación opera aparte de ellas. Es imposible que alguien pueda curarse solo. En la enfermedad, él no puede sino estar aparte y separado. Mas la curación es el resultado de su decisión de ser uno solo nuevamente, y de aceptar su Ser con todas Sus partes intactas e incólumes. En la enfermedad, su Ser aparenta estar desmembrado y desprovisto de la unidad que le da vida. Mas la curación se logra al él comprender que el cuerpo no tiene el poder de atacar la universal unicidad del Hijo de Dios.
El propósito de la enfermedad es demostrar que las mentiras son verdad. Mas la curación demuestra que sólo la verdad es verdad. La separación que la enfermedad pretende imponer en realidad jamás ha tenido lugar. Curar es meramente aceptar lo que siempre ha sido la simple verdad, lo cual seguirá siendo exactamente como siempre fue. No obstante, a los ojos acostumbrados a las ilusiones se les debe mostrar que lo que contemplan es falso. Así pues, la curación, que la verdad nunca necesitó, tiene que demostrar que la enfermedad no es real.
La curación podría considerarse, por lo tanto, como un anti-sueño que desplaza al sueño de enfermedad en nombre de la verdad, pero no en la verdad en sí. Así como el perdón pasa por alto todos los pecados que nunca se cometieron, la curación desvanece las ilusiones que jamás tuvieron lugar. Y así como el mundo real emergerá para ocupar el lugar de lo que nunca sucedió realmente, la curación ofrecerá restitución para los estados imaginarios e ideas falsas que los sueños han ido tejiendo y convirtiendo en cuadros de la verdad.
Mas no pienses que curar no es algo digno de ser tu función aquí. Pues el anti-Cristo se vuelve más poderoso que el Cristo para aquellos que sueñan que el mundo es real. El cuerpo parece ser más sólido y más estable que la mente. Y el amor se convierte en un sueño, mientras que el miedo continúa siendo la única realidad que puede verse, justificarse y entenderse plenamente.
Así como el perdón desvanecerá con su luz todo pecado y el mundo real ocupará el lugar de lo que has fabricado, asimismo la curación reemplazará las fantasías de enfermedad con las que nublas la simple verdad. Cuando se haya visto desaparecer la enfermedad, a pesar de todas las leyes que sostienen que es real, todas las preguntas habrán quedado contestadas. Y entonces se dejará de valorar y obedecer dichas leyes.
La curación es libertad. Pues demuestra que los sueños no prevalecerán contra la verdad. La curación es algo que se comparte. Y mediante este atributo demuestra que las leyes que son diferentes de las que sostienen que la enfermedad es inevitable son más poderosas que las leyes enfermizas que sostienen lo contrario. La curación es fuerza. Pues con su tierna mano se supera la debilidad, y las mentes que estaban amuralladas en un cuerpo quedan liberadas para unirse a otras mentes, y así ser fuertes para siempre.
La curación, el perdón y el feliz intercambio del mundo del dolor por uno en el que la tristeza no tiene cabida, son los medios por los que el Espíritu Santo te exhorta a que lo sigas. Sus dulces lecciones te enseñan cuán fácilmente puedes alcanzar la salvación y cuán poca práctica necesitas para dejar que Sus leyes reemplacen a las que tú promulgaste para mantenerte prisionero de la muerte. Su vida se vuelve la tuya propia, al tú extender la poca ayuda que Él te pide para liberarte de todo lo que jamás te causó dolor.
Y a medida que te dejas curar, te das cuenta de que junto contigo se curan todos los que te rodean, los que te vienen a la mente, aquellos que están en contacto contigo y los que parecen no estarlo. Tal vez no los reconozcas a todos, ni comprendas cuán grande es la ofrenda que le haces al mundo cuando permites que la curación venga a ti. Mas nunca te curas solo. Legiones y legiones de hermanos recibirán el regalo que tú recibes cuando te curas.
Los que se han curado se convierten en los instrumentos de la curación. Y no transcurre tiempo alguno entre el instante en que son curados y aquél en que toda la gracia de curación les es dada para que ellos a su vez la den. Lo que se opone a Dios no existe, y aquel que no lo acepta en su mente se convierte en un refugio donde los que están cansados pueden hallar descanso. Pues ahí es donde se otorga la verdad, y ahí es donde todas las ilusiones se llevan ante la verdad.
¿No le ofrecerías refugio a la Voluntad de Dios? Pues con ello sólo estarías invitando a tu Ser a estar en su propia casa. ¿Y podría acaso rechazarse semejante invitación? Pide que ocurra lo inevitable y jamás fracasarás. La otra opción es pedir que lo que no puede ser, sea, y esto es algo que jamás podrá tener lugar. Hoy pedimos que sólo la verdad ocupe nuestras mentes; que los pensamientos de curación vayan en este día desde lo que ya se ha curado a lo que todavía tiene que curarse, conscientes de que ambas cosas ocurrirán al unísono.
Cuando el reloj marque la hora, recordaremos que nuestra función es permitir que nuestras mentes sean curadas, para que podamos llevar la curación al mundo e intercambiar la maldición por bendiciones, el dolor por la alegría y la separación por la paz de Dios. ¿No vale la pena, acaso, dar un minuto de cada hora a cambio de semejante regalo? ¿Y no es un poco de tiempo una ofrenda insignificante a cambio del regalo de lo que lo es todo?
Mas debemos estar preparados para semejante regalo. De modo que comenzaremos el día dedicando diez minutos a los pensamientos que siguen a continuación, con los cuales también lo concluiremos por la noche:
Cuando me curo no soy el único que se cura.
Y quiero compartir mi curación con el mundo, a fin de que la enfermedad pueda ser erradicada de la mente del único Hijo de Dios, Quien es mi único Ser.
Permite que la curación se efectúe a través de ti hoy mismo. Y mientras reposas serenamente, prepárate a dar tal como recibes, a conservar únicamente lo que das y a recibir la Palabra de Dios para que ocupe el lugar de todos los pensamientos absurdos que jamás se concibieron. Ahora nos unimos para curar todo lo que antes estaba enfermo y para ofrecer bendiciones allí donde antes reinaba el ataque. No nos olvidaremos de esta función con el transcurrir de cada hora, sino que recordaremos nuestro propósito con este pensamiento:
Cuando me curo no soy el único que se cura.
Y quiero bendecir a mis hermanos, pues me curaré junto con ellos, tal como ellos se curarán junto conmigo.


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