jueves, 15 de marzo de 2018

Lección 74 - No hay más voluntad que la de Dios.

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LECCIÓN 74

No hay más voluntad que la de Dios.

La idea de hoy se puede considerar como el punto central hacia el cual se dirigen todos nuestros ejercicios. La Voluntad de Dios es la única Voluntad. Cuando hayas reconocido esto, habrás reconocido que tu voluntad es la Suya. La creencia de que el conflicto es posible habrá desaparecido. La paz habrá reemplazado a la extraña idea de que te atormentan objetivos conflictivos. En cuanto que expresión de la Voluntad de Dios, no tienes otro objetivo que el Suyo.
La idea de hoy encierra una gran paz, y lo que los ejercicios de hoy se proponen es encontrarla. La idea en sí es completamente cierta. Por lo tanto, no puede dar lugar a ilusiones. Sin ilusiones, el conflicto es imposible. Tratemos hoy de reconocer esto y de experimentar la paz que este reconocimiento nos brinda.
Comienza las sesiones de práctica más largas repitiendo lentamente los pensamientos que siguen a continuación varias veces, con la firme determinación de comprender su significado y de retenerlos en la mente:
No hay más voluntad que la de Dios.
No puedo estar en conflicto.
Dedica entonces varios minutos a añadir pensamientos afines, tales como:
Estoy en paz.
Nada puede perturbarme. Mi voluntad es la de Dios.
Mi voluntad y la de Dios son una.
La Voluntad de Dios es que Su Hijo esté en paz.
Durante esta fase introductoria, asegúrate de hacerle frente en seguida a cualquier pensamiento conflictivo que pueda cruzar tu mente. Di de inmediato:
No hay más voluntad que la de Dios.
Estos pensamientos conflictivos no significan nada.
Si algún asunto parece ser muy difícil de resolver, resérvalo para un examen más detenido. Piensa en él brevemente, aunque de manera muy concreta, identificando la persona o personas en cuestión y la situación o situaciones de que se trate, y di para tus adentros:
No hay más voluntad que la de Dios.
Yo la comparto con Él.
Mis conflictos con respecto a ___ no pueden ser reales.
Después que hayas despejado tu mente de esta manera, cierra los ojos y trata de experimentar la paz a la que tu realidad te da derecho. Sumérgete en ella y siente como te va envolviendo. Puede que te asalte la tentación de confundir estas prácticas con el ensimismamiento, pero la diferencia entre ambas cosas es fácil de detectar. Si estás llevando a cabo el ejercicio correctamente, sentirás una profunda sensación de dicha y mayor agudeza mental en vez de somnolencia y enervamiento.
La paz se caracteriza por la dicha. Cuando experimentes dicha sabrás que has alcanzado la paz. Si tienes la sensación de estar cayendo en el ensimismamiento, repite la idea de hoy de inmediato y luego vuelve al ejercicio. Haz esto cuantas veces sea necesario. Es ciertamente ventajoso negarse a buscar refugio en el ensimismamiento, aún si no llegas a experimentar la paz que andas buscando.
En las sesiones más cortas, que hoy se deben llevar a cabo a intervalos regulares previamente determinados, di para tus adentros:
No hay más voluntad que la de Dios.
Hoy busco Su paz.
Trata entonces de hallar lo que buscas. Dedicar uno o dos minutos cada media hora a hacer este ejercicio - con los ojos cerrados a ser posible - será tiempo bien empleado.


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